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martes, 21 de octubre de 2014

"Apuntes para un lienzo" (5/12)

Apuntes para un lienzo forma parte del libro recopilatorio del III Microconcurso de La Microbiblioteca, 2014, que cada año organiza la Biblioteca Esteve Paluzie de Barberà del Vallès, Barcelona.

Pulsa aquí para leer online (p. 22) y aquí para leer en la entrada antigua de {A con C}.

jueves, 16 de octubre de 2014

David Vivancos Allepuz (1970, Barcelona, ESP)

Yogur premiado



Se personó en el Departamento de Promociones con la tapa del yogur premiada con un nacimiento. Lo acomodaron en un cuarto oscuro sin darle oportunidad de preguntar en qué consistía el regalo exactamente, ya que tanto él como su señora hacía mucho que no podían tener niños. Permaneció sentado hasta que se abrió una puerta. Avanzó cauteloso hacia el rectángulo de luz recortado en la penumbra. Nada más cruzar el umbral, sintió cómo alguien lo agarraba del tobillo y lo levantaba. Recibió una fuerte palmada en la espalda. Quiso protestar pero sólo consiguió emitir un llanto sostenido, desgarrador. 



Nobleza obliga 

Asió con determinación la empuñadura, tiró de la espada y la extrajo del pecho del rey. La apoyó sobre la alfombra y descansó en ella. Contempló, con exultante satisfacción, la mirada vacua del moribundo, antes de que éste exhalara el último suspiro, tendido encima del cadáver del mastín. Un cruento espectáculo. Toda esa sangre. La del anciano soberano, la de los demás, confundidas en un mismo charco oscuro y viscoso. La que teñía sus guanteletes, la sangre que, en un acto reflejo, trató de eliminar frotándolos contra el peto metálico. 

Recuperado el aliento, bajó la visera del yelmo y regresó sobre sus pasos. Apartó a puntapiés los miembros cercenados del príncipe y los de los infantes. La armadura volvió a ocupar su lugar, trabajosamente, junto a la chimenea de piedra. Convencida de que ya nadie, nunca más, volvería a arrojar colillas en su interior. 



Generación perdida 

Los desconcertados marineros se reencuentran en la plaza tras su alocada carrera por las calles del puerto. Se preguntan, jadeantes, dónde estarán las mujeres prometidas por Ulises después de tantos años de travesía. De penurias. Y ellas, las viejas con las cuales han ido tropezando aquí y allá, en las esquinas, en los soportales, sentadas a la puerta de las casas de paredes encaladas, apartan por un instante la vista de las muñecas de madera que tienen en sus regazos y cesan de acariciarlas y de peinarlas, de jugar con sus cabellos de alga, y fijan sus ojos hundidos en esos hombres esqueléticos de piel de cuero moreno que tanto les recuerdan a quien, décadas atrás, llegara a la isla de las mujeres diciendo ser el rey de Ítaca. Y suspiran. Nostálgicas.


Papanoeles sonrientes 

Decidir, la semana después del funeral, no postergarlo más e ir una mañana a vaciar el piso de mamá. Encontrarlo todo tal cual estaba la víspera de Reyes. Registrar (qué verbo tan impersonal, pero no hay otro mejor) los cajones del despachito. Encontrar los papeles del banco y guardarlos en carpetas verdes. Revisar el dormitorio. Buscar entre sus cosas. Recuperar el joyero del tocador. Descubrir los álbumes de fotos. Y los demás recuerdos. Abrir el armario, apilar la ropa sobre la cama. Clasificarla para la beneficencia. Hallar, ocultos bajo un juego de sábanas con olor a alcanfor, los paquetes. Sentir entonces un escalofrío. Romper con los dedos vacilantes el que lleva una tarjetita con tu propio nombre, rasgar los papanoeles sonrientes y los abetos adornados del papel de regalo y no poder disimular una mueca de contrariedad al descubrir, en su interior, los mismos calcetines negros de siempre.

Blog personal: Grimas y leyendas

lunes, 15 de septiembre de 2014

Rubén García García (1946, MEX)

Cambio inesperado

Cuando te conocí dejé a un lado mi catálogo de náuseas.


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Se ofrece recompensa a mujer hermosa, febril, sin inhibiciones que excite a marido en receso sexual... con la advertencia de que en el momento que se produzca el efecto, le tape los ojos y me deje su lugar. Puede quedarse si desea.



Intimidad

En la pasada noche me dolieron las rodillas y prometí no hacer el amor como si rezara. Mi mujer no lo sabe, se fue a un retiro con las beatas del pueblo.


Blog personal: senddero.wordpress.com

martes, 12 de agosto de 2014

Quim Monzó (1952, Barcelona, ESP)

La fuerza de voluntad 
(El porqué de las cosas, 1994)    

    El hombre porfiado sabe que se trata simplemente de tener (y mantener durante el tiempo necesario) la firme voluntad de lograrlo. No hay más que eso, ni enigmas de ninguna clase. Se arrodilla, inclina el torso hasta que la cara le queda a un palmo de la piedra (una piedra un pelín oblonga, redondeada, decididamente gris) y vocaliza con claridad:
    —Pa.
    Durante un rato mira la piedra fijamente, clavando los ojos en cada irregularidad, intentando captarla completamente, establecer una comunicación absoluta, hasta que la piedra se convierta en una prolongación de él mismo a un palmo de distancia. Es mediodía; la brisa compensa el esplendor del sol. Parsimonioso, vuelve a abrir los labios.
    —Pa.
    Ha elegido «pa» porque siempre ha oído que es lo primero que dicen los niños, la eclosión con que sorprenden a los padres, la sílaba más fácil para arrancar a hablar.
    —Pa.
    La piedra continúa en silencio. El hombre porfiado sonríe. No se rinde fácilmente a las adversidades. Ha tomado la decisión de enseñar a hablar a la piedra sabiendo que no será tarea fácil. Sabe que, durante siglos, los hombres han menospreciado las posibilidades verbales del reino mineral y, por ello, tal vez sea ésta la primera vez en muchos años que un hombre sobrio se encuentra frente a frente con una piedra, tratando de hacerla hablar. Si a esto añadimos la tradicional desidia del alumnado, la dificultad de la empresa es patente.
    —Pa —insiste el hombre porfiado.
    La piedra calla. El hombre echa un instante la cabeza hacia atrás para, de inmediato, adelantarla de nuevo hasta plantar la cara a unos centímetros de la piedra:
    —Pa pa pa pa pa. ¡Pa!
    Ninguna respuesta. El hombre vuelve a sonreír, se acaricia la barbilla, yergue el torso, se pone en pie, saca del bolsillo un paquete de cigarrillos y enciende uno. Fuma observando la piedra. ¿Cómo tiene que establecer el contacto? ¿Cómo debe comunicarse? Con los dedos dispara el cigarrillo contra un árbol y (como un luchador sobre el contrincante) se abalanza sobre la piedra gritando:
    —¡¡¡PAAA!!!
    La aparente indiferencia del mineral lo enternece. Lo acaricia con las puntas de los dedos. Ahora le habla con voz seductora.
    —Piedra. Hola, piedra. ¿Piedra? Pie dra. P i e d r a. Piedra...
    No deja de acariciarla. Alterna la lentitud con la rapidez. Ora la acaricia suavemente, ora con frenesí.
    —Venga, di: pa.
    La piedra no dice nada. El hombre porfiado le da un beso.
    —Sé que puedes, no sé si escucharme, pero sí entenderme. ¿Me entiendes? ¿Me captas? Sé que puedes decirlo. Sé que puedes decir «pa». Sé que puedes hablar, aunque sólo sea un poco. Sé también que para ti es difícil, porque quizá nunca nadie te ha dicho nada ni te ha pedido que le hablaras y, si uno no está acostumbrado, al principio estas cosas cuestan. De todo eso soy consciente. Por eso soy comprensivo; no te pido nada que no puedas hacer con un poco de esfuerzo. Ahora lo repetiré otra vez. Y enseguida tú lo repetirás conmigo. ¿De acuerdo? Venga, vamos. No es fácil, pero tampoco imposible. Anda, di: pa. Pa. Pa.
    Pone la oreja contra la superficie de la piedra, a ver si los esfuerzos de ésta se traducen aunque sólo sea en un susurro. Pero no: silencio. El silencio más absoluto. El hombre porfiado inspira profundamente y vuelve a la carga. Ofrece a la piedra nuevos argumentos, le explica por qué debe de costarle tanto hablar y cómo tiene que hacer para conseguirlo. Cuando anochece, la coge con las manos y le quita la tierra que le ha quedado adherida a la parte inferior. Se lleva la piedra a casa. La pone sobre la mesa del comedor, se asegura de que esté cómoda. La deja descansar toda la noche. A la mañana siguiente le da los buenos días, la limpia con cuidado bajo el chorro del grifo, con agua tibia: ni demasiado fría ni demasiado caliente. Luego la saca al balcón. Desde el balcón se ve todo el valle, con los dispersos chalets de los veraneantes, una punta del lago y, a lo lejos, las luces de la autopista. Deja la piedra sobre la mesa y se sienta en una silla.
    —Anda, di: pa.
    Tres días más tarde, el hombre porfiado finge mosquearse:
    —Muy bien. No hables si no quieres. ¿Te crees que no advierto tu desprecio tácito? Para transmitir desdén no es preciso decir nada. Lo único que te digo es esto: de mí no se burla nadie.
    El hombre porfiado agarra la piedra con la mano derecha, la aprieta (tanto que la cara acaba por ponérsele roja) y finalmente la tira con fuerza. En el cielo, la piedra describe un arco: por encima del valle, de los chalets y las piscinas de los veraneantes, por encima del hombre que maneja la cortadora de césped, por encima de la carretera en obras, por encima de la autopista bastante vacía de coches, por encima de la zona de desarrollo industrial, por encima del campo de fútbol donde un equipo vestido con camiseta verde y pantalones blancos empata con otro vestido con camiseta amarilla y pantalones azules, por encima de los edificios de la ciudad provinciana; hasta que cae en el centro de una plaza, a los pies de unos turistas alemanes que están fotografiando la catedral con tanta atención que no advierten la caída de la piedra, que choca contra los adoquines y, rompiéndose, deja escapar un sonido seco bastante parecido a «¡pa!».

jueves, 19 de junio de 2014

La narrativa de vanguardia de Pedro Salinas: "Víspera del gozo" (1926)

La revista filológica Analecta Malacitana, apoyada por la Facultad de Filología de la Universidad de Málaga, ha incluido mi estudio «La narrativa de vanguardia de Pedro Salinas: Víspera del gozo (1926)» en el número 36 de su versión electrónica, complemento de su edición en papel.
La prosa de Pedro Salinas es un curioso ejemplo del empeño renovador que caracterizó a la Generación del 27. Pese a la deshumanización promulgada por Ortega y Gasset, sus relatos nunca se despreocuparon del fondo emocional. Al contrario, Salinas potencia en ellos la sugerencia sensorial y carga su palabra de autenticidad. Los cuentos incluidos en Víspera del gozo (1926) manifiestan un denominador común: la edificación de una nueva realidad, de condición futura.
Palabras clave: Pedro Salinas; Generación del 27; Fondo emocional; Sugerencia sensorial; Cuentos.
Doy las gracias al consejo de dirección de Analecta Malacitana, y en especial al editor Dr. Gaspar Garrote Bernal.

Pulsa aquí para acceder al índice de AnMal electrónica, 36, y leer online o descargar en pdf (también en Dialnet).

lunes, 2 de junio de 2014

"Los invitados" (4/13)

Los invitados ha sido elegido para formar parte de la antología de los textos presentados al I Premio de Poesía y Microrrelatos Albert Jovell, que organiza el Comité Científico del VI Congreso Nacional de Atención Sanitaria al Paciente Crónico (Sevilla).

Los organizadores quieren resaltar la alta calidad de los textos recibidos que suman un total de 263 manuscritos en la modalidad de poesía y 338 en la de relatos, provenientes de todo el territorio nacional y de numerosos países extranjeros, indicando que se preseleccionaron inicialmente un total de 11 trabajos de poesía y 21 de microrrelatos, sobre los que se dirimió la decisión final.

Desde este enlace se puede descargar el libro en pdf.
 

martes, 20 de mayo de 2014

"Al otro lado de todo" (12/12)

Al otro lado de todo participa en el mes de abril en el concurso del blog Esta noche te cuento. El tema del mes fue Entre las páginas.



Al otro lado de todo participó además en el I Concurso de Relatos Cortos de Ciencia Ficción que organiza Letras con Arte y ha sido incluido en el libro-antología con los textos seleccionados del concurso.

martes, 29 de abril de 2014

Lorca en imágenes. "El paseo de Buster Keaton"

La revista digital Castilla. Estudios de Literatura, asociada al Departamento de Literatura Española y Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Valladolid, ha decidido incluir mi artículo académico sobre una pieza teatral breve de Federico García Lorca en el volumen 5 (2014), pp. 168-199.

El paseo de Buster Keaton es una pieza dramática breve y experimental pero dotada de una fértil simbología. Forma parte del denominado “teatro imposible” de su autor y ha sido considerada por la crítica como una muestra perfecta de surrealismo aplicado al género dramático. En este estudio se rastrea cada uno de los símbolos del texto en conexión con el resto de la obra neoyorquina del autor. Nuestra disertación va más allá de la tesis principal que se defiende en él: la denuncia al materialismo y la defensa de la naturaleza. 

Palabras clave: García Lorca; Buster Keaton; teatro; simbología; surrealismo; ciclo neoyorquino; materialismo; naturaleza. 
Agradezco la publicación al Equipo Director de Castilla: María Jesús García Garrosa, Alfonso Martín Jiménez, David Pujante y Héctor Urzáiz.

Pulsa aquí para leer online o descargar el pdf.



sábado, 26 de abril de 2014

Proyecto DESPOJOS DEL ReC, II

El libro Despojos del ReC, en el que estarán incluidos 3 Microcuentos con Chinchetas, Estropicio, Fiel recuento y Sentirse, es una realidad. El pasado 19 de abril se cerró el plazo para participar como micromecenas con el siguiente resultado:


El próximo 17 de mayo se hará la presentación del libro en la fábrica de la cervecera Moritz de Barcelona. Previamente, se celebrarán diferentes actos en la Microbiblioteca de Barberá del Vallés (conferencia/mesa redonda: "El fenómeno microrrelato", por Irene Andres-Suárez, catedrática de Literatura Española en la Universidad de Neuchâtel, Suiza) y en Diarium, librería especializada en libros de microrrelatos e ilustrados que gestiona Fernando Martínez, el líder del presente proyecto "Despojos".


A todos los que han apoyado el proyecto, GRACIAS.

viernes, 11 de abril de 2014

"Isla Infancia" (6/13), "Pide un deseo" (11/12), "El producto más vendido..." (6/12) y "Resistencia" (3/12), en La Internacional

Isla Infancia (5'05''), Pide un deseo (25'03''), El producto más vendido de la sección (29'21'') y Resistencia (56'22''), han sido incluidos en Viejos amigos: una aproximación literaria al mundo de la vejez

Audioantología formada por 69 microrrelatos de 47 autores distintos que proceden de seis países: Argentina, Chile, Perú, Colombia, México y España. Los micrrorelatos tratan del tema de la vejez desde todos los puntos de vista posibles (la nostalgia, el humor, la tristeza, la ironía, etc...)

Los relatos pueden oírse en SoundCloud y en YouTube.




Le agradezco la oportunidad a Pablo Gonz, cabeza visible del proyecto, de unir mis relatos a los de otros compañeros y grandes escritores, quienes también han participado de forma desinteresada. 


Y además, en la Internacional Microcuentista...

martes, 25 de marzo de 2014

Elisa de Armas (Sevilla, ESP)

Los otros


Aunque se dejan ver en raras ocasiones, esas criaturas siguen habitando entre nosotros. De costumbres nocturnas, duermen hasta altas horas de la mañana y permanecen refugiadas en sus escondrijos durante el día. Al caer el sol salen a merodear con sus congéneres y no regresan hasta que los alertan las primeras luces del amanecer. En esos últimos momentos de actividad antes de dejarse caer rendidos los oímos arrastrar muebles, abrir y cerrar cajones o dejar correr el agua de grifos y cisternas. Una desaforada voracidad los lleva a atacar nuestras reservas de provisiones dejando tras de sí un rastro de migas, cáscaras y mondas que me veo obligada a recoger sin desmayo. A veces encuentro, esparcidos por el salón o los baños, otros despojos nauseabundos que confirman su presencia. Solo los veo el viernes por la tarde, cuando antes de marchar me acechan en el pasillo y, entre dientes, solicitan la paga semanal.


La unión hace la fuerza 

Lo enrollamos despacito, como hace mamá con la alfombra del salón, lo cargamos a hombros entre todos y lo tiramos al río. Fue un robo sonado. Después tuvimos cinco meses de vacaciones: el tiempo que tardaron los mayores en construir de nuevo el camino hasta la escuela. 


Las hermanitas

De Kenia llegaron al convento de Santa Rosalía decididas a guardar voto de silencio y a cuidar de una comunidad envejecida, a punto de extinguirse. Sus jornadas transcurrían entre oraciones, trabajo y unas sonrisas medio tristes medio forzadas que llevaron a que el capellán las animara a participar en la liturgia con mayor libertad. Así, al tiempo que la capilla barroca se llenaba de ritmos y palmadas, de sonidos articulados en una lengua oscura y remota, los naranjos cambiaron su silueta por la de las acacias, la hierba creció borrando caminos, rompiendo la simetría de los parterres, y en el huerto comenzaron a volar flamencos —que las hermanas ancianas tomaban por ángeles— y a pacer los antílopes. La primavera trajo unas lluvias desconocidas y la acequia se convirtió en un río de lodo, pero en junio el cielo ha vuelto a ser de un azul vibrante y las monjitas jóvenes sacan de nuevo a las mayores a calentarse al sol. Bajo el barro que ciega el aljibe del claustro las esperan, agazapados, los cocodrilos.



Mater amatissima 

En el primer cajón de la cómoda, entre decenas de mechones —atados y fechados— que van del rubio primigenio al castaño oscuro, se agazapa un juego completo de dientes de leche. De las paredes cuelgan cientos de instantes inolvidables en los que el protagonista es su único retoño. Los armarios y arcones rebosan de jerseicitos tejidos a mano, disfraces, quimonos y cinturones de kárate. En la habitación del hijo se acumulan dibujos, cuadernos repletos de una caligrafía deshilvanada, manualidades y una colección de vídeos caseros, testimonio minucioso de sus primeros trece años de existencia. Las visitas de Carlos, a quien abochorna la contemplación de ese exhaustivo museo de sí mismo, se han ido espaciando hasta llegar a ser casi inexistentes. Doña Rosa, atareada en limpiar, doblar, etiquetar y organizar cada pieza, aún no lo ha advertido. 


Reputación 

Toda isla desierta acoge con alborozo las huellas del primer náufrago que arriba a sus playas. Y las del segundo. Incluso las del tercero. A partir de ahí despertará el recelo de sus congéneres y, si el número se aproximara a la docena, será condenada al ostracismo por accesible y casquivana. 

Blog personal, Pativanesca

miércoles, 19 de febrero de 2014

Proyecto DESPOJOS DEL ReC, I

Para que 3 Microcuentos con Chinchetas, Estropicio, Fiel recuento y Sentirse (este último ilustrado), toquen el papel es necesaria tu participación como mecenas.

¿Cómo? Pincha en este enlace, regístrate en la plataforma y elige en la página "Despojos del ReC" la opción de micromecenazgo que prefieras (en la columna de la derecha). Por 16 € te llegará el libro a casa.

En esa misma página encontrarás la descripción de nuestro proyecto conjunto: qué es el microrrelato, características del libro, escritores (70), ilustradores (70), difusión, objetivos y cómo ayudarnos. 

Disponemos de 60 días para alcanzar el presupuesto (o sea, hasta el 19 de abril). Tú mism@. Hagas lo que hagas, gracias.

miércoles, 12 de febrero de 2014

"El gusano de las manzanas" (5/13), "Amor fantasmal" (12/12), "Apuntes para un lienzo" (5/12) y "Rutinas" (5/12), al francés, en Lectures d'ailleurs

El gusano de las manzanas, Amor fantasmal, Apuntes para un lienzo y Rutinas han sido traducidos al francés e incluidos en la publicación digital Lectures d'Espagne, volumen II.


Se trata de una colección de autores noveles españoles. El proyecto, denominado Lectures d'ailleurs —pour une anthologie vivante de la littérature latino-américaine du XXIe siècle—, está dirigido por Caroline Lepage, profesora de la universidad de Poitiers.


En este segundo volumen participo junto a docenas de compañeros y amigos microrrelatistas, lo que ya es un motivo de orgullo. Desde aquí, puede descargarse o leer la revista online. Mis textos en concreto se encuentran en las páginas 330-337.

La traducción de los microcuentos se acompaña de una pequeña biografía y una entrevista sobre aspectos literarios que puede encontrarse aquí, junto a la del resto de microrrelatistas.

Por supuesto, agradezco la oportunidad a Caroline Lepage y a todo el equipo de traducción, y en especial a Nancy Benazeth; y a nivel particular a Rosana Alonso y a Rosa Yáñez, por haber posibilitado el contacto.

Versiones originales en castellano en {A con C}El gusano de las manzanasAmor fantasmalApuntes para un lienzo y Rutinas

martes, 4 de febrero de 2014

Eduardo Galeano (1940-2015, Montevideo, URU)

Mujer que dice chau 
(Vagamundo y otros relatos, 1975)


Me llevo un paquete vacío y arrugado de cigarros «Republicana» y una revista vieja que dejaste aquí. Me llevo los dos boletos últimos del ferrocarril. Me llevo una servilleta de papel con una cara mía que habías dibujado, de mi boca sale un globito con palabras, las palabras dicen cosas cómicas. También llevo una hoja de acacia recogida en la calle, la otra noche, cuando caminábamos separados por la gente. Y otra hoja, petrificada, blanca, que tiene un agujerito como una ventana, y la ventana estaba velada por el agua y yo soplé y te vi y ése fue el día en que empezó la suerte.

Me llevo el gusto del vino en la boca. (Por todas las cosas buenas, decíamos, todas las cosas cada vez mejores, que nos van a pasar.) No me llevo ni una sola gota de veneno. Me llevo los besos cuando te ibas (no estaba nunca dormida, nunca). Y un asombro por todo esto que ninguna carta, ninguna explicación, pueden decir a nadie lo que ha sido.


Nochebuena 
(El libro de los abrazos, 1989)

Fernando Silva dirige el hospital de niños, en Managua. En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.

Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en esto estaba cuando sintió que unos pasos le seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.

Fernando se acercó y el niño le rozó con la mano:

—Decile a... —susurró el niño—. Decile a alguien que yo estoy aquí.


Las hormigas 
(El libro de los abrazos, 1989)

Tracey Hill era niña en un pueblo de Connecticut, y practicaba entretenimientos propios de su edad, como cualquier otro tierno angelito de Dios en el estado de Connecticut o en cualquier otro lugar de este planeta.

Un día, junto a sus compañeritos de la escuela, Tracey se puso a echar fósforos encendidos en un hormiguero. Todos disfrutaron mucho de este sano esparcimiento infantil; pero a Tracey la impresionó algo que los demás no vieron, o hicieron como que no veían, pero que a ella la paralizó y le dejó, para siempre, una señal en la memoria: ante el fuego, ante el peligro, las hormigas se separaban en parejas, y de a dos, bien juntas, bien pegaditas, esperaban la muerte.


La noche / 1 
(El libro de los abrazos, 1989)

No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le pediría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.


La noche / 2 
(El libro de los abrazos, 1989)

Arránqueme, Señora, las ropas y las dudas. Desnúdeme, desdúdeme.


El parto 
(El libro de los abrazos, 1989)

Tres días de parto y el hijo no salía:

—Tá trancado. El negrito tá trancado —dijo el hombre.

Él venía de un rancho perdido en los campos.

Y el médico fue.

Maletín en mano, bajo el sol del mediodía, el médico anduvo hacia la lejanía, hacia la soledad, donde todo parece cosa del jodido destino; y llegó y vio.

Después se lo contó a Gloria Galván:

La mujer estaba en las últimas, pero todavía jadeaba y sudaba y tenía los ojos muy abiertos. A mí me faltaba experiencia en cosas así. Yo temblaba, estaba sin un criterio. Y en eso, cuando corrí la cobija, vi un brazo chiquitito asomando entre las piernas abiertas de la mujer.

El médico se dio cuenta de que el hombre había estado tirando. El bracito estaba despellejado y sin vida, un colgajo sucio de sangre seca, y el médico pensó: No hay nada que hacer.

Y sin embargo, quién sabe por qué, lo acarició. Rozó con el dedo índice aquella cosa inerte y al llegar a la manito, súbitamente la manito se cerró y le apretó el dedo con alma y vida.

Entonces el médico pidió que le hirvieran agua y se arremangó la camisa.


Ventana sobre la llegada 
(Las palabras andantes, 1993)

El hijo de Pilar y Daniel Weinberg fue bautizado en la costanera. Y en el bautismo le enseñaron lo sagrado. Recibió una caracola: 

—Para que aprendas a amar el agua. 

Abrieron la jaula de un pájaro preso: 

—Para que aprendas a amar el aire. 

Le dieron una flor de malvón: 

—Para que aprendas a amar la tierra. 

Y también le dieron una botellita cerrada: 

—No la abras nunca, nunca. Para que aprendas a amar el misterio.

viernes, 3 de enero de 2014

Rafael Pérez Estrada (1934-2000, Málaga, ESP), II

El resucitador 
(El levitador y su vértigo, 1999)


Tenía su rostro tonalidades minerales, brillos cristalográficos. Quizá por ello se decía de él que era una piedra viva. Su mirada, el poder de su mirada se ocultaba tras unas lentes de colores catedralicios. Apasionado, se tomaba urgencias para no ir a ninguna parte. Había leído cosas extraordinarias, y lo extraordinario dominaba el mundo de sus predilecciones: sabía el número siempre impar de los pétalos de la rosa de York; conocía las subespecies, todas, de los caballitos del diablo que pueblan los estanques del Perú, y también conocía la teatralidad de las puestas de sol en el Bósforo. Solo de noche, repentinamente desvalido, le abandonaban las prisas, y con una ternura apenas insinuada se entregaba a su mejor trabajo, y lo hacía hasta que el amanecer le forzaba a las cosas diarias. Y pocos sabían que el Resucitador de Rosas tenía los dedos transverberados de pequeñas heridas. Y todo lo hacía por amor y ocultamente.


Ballena mínima 
(El ladrón de atardeceres, 1998)

En el orden del miniaturismo animal brilla por su pequeñez la llamada ballena de los Sargazos. Su color tiene la claridad, la inquietante luminiscencia de la olivina, y su fumarola la transforma a ojos de un raro observador en un nenúfar gaseoso. La leyenda le ha fabricado un origen mítico, y dice que en el primer día fue una muchacha alada, casi un ángel que huyendo de un arquero rijoso ocultó su gracia en el laberinto de lo vegetal oceánico; y así también, que su tamaño es sólo una defensa, una fuga ante un enamorado tenaz. Y añade que las sirenas, celosas de su hermosura, obligaron a los dioses a que la convirtieran en un vulgar mamífero. Mas aun así, los navegantes que le han dado caza celebran su poder amatorio y cantan la belleza única de sus pechos de niña.


Crónica de la desesperanza 
(Oficios del sueño, 1992)

Al amanecer, acogidos a la bruma del amanecer, bajaban en fila desde la vieja casa de los locos, una loma cercada de tedio y gaviotas. A nadie miraban. Sólo la obsesión del mar dirigía sus pasos. Ya en la playa, impresionaba verlos como canes rabiosos lamer la espuma de las olas. Allí permanecían hasta que eran apartados brutalmente del mar.

Nada dije. Sabía que el Niño Explicativo me daría la razón de todo aquello. En la distancia lo reconocí. Parecía indiferente a la escena y a sus propias palabras: Sólo el agua de mar —dijo— los mantiene locos y azules, más allá incluso de la muerte.


"Enseres", Manuel Rojas (acrílico sobre cartulina, 2012)

VII 
(Los sueños de Tremecén, 1987)

Escandalosos, tres ángeles ebrios han escupido en el dintel de la casa este atropello: Tremecén no existe. Sus palabras, como pequeñas libélulas venenosas, han terminado confundiéndose en el vaho huidizo de los espejos. Sin embargo, la duda permanece en la postración y en las tinieblas de este día terrible. Ningún pájaro vuela ya sobre un mar de tristeza, e incluso la luna permanece impávida frente a la gracia de un pez volador.

Al amanecer, he tomado la flamígera y he expulsado del jardín a estos ángeles, mas temo que en su huida hayan arrebatado una manzana.


La pasión del híbrido 
(Los amores prohibidos, 1995)

Su madre había sido una cebra, y él hacía todo lo posible por disimularlo. Generalmente se colocaba allí donde la luz juega a hacer paralelas con las sombras. También, como conviene a los híbridos de cebra y hombre, sus trajes eran rayados, y sus palabras. A veces, si nadie lo veía, retozaba en el parque. Le gustaba sentir la proximidad de la yerba, la humedad siempre amanecida de los pastos. Y cuando llegaban las amables muchachas que suelen traer los días felices, también él las miraba con codicia. Alguna vez —decía— tendré una muchacha para mí solo. Pero al decirlo, pensaba en la grácil armonía de las cebras y, aun confuso, se sentía feliz.


2 
(El levitador y su vértigo, 1999)

Quería ser ventrílocua y practicaba con una rosa triste y algo deshojada.

Era una niña muy sensible, bastaba anunciarle la visita de un poeta para que se comportara como una mimosa púdica (*).

La niña, la del abriguito de terciopelo celeste y el pelo luminoso, que es un poco redicha, me susurra en voz no tan baja como debiera: Si esta rosa pudiera hablar, ya nos habría dicho: Decidle a ese inoportuno que no estoy.

(*) La mimosa púdica, al menor contacto con la realidad, pierde el conocimiento.