...blog literario de rubén rojas yedra

martes, 9 de diciembre de 2008

Las bicicletas son para el verano (Fernando Fernán Gómez)

Extracto del análisis
Asignatura del Máster: 
"Teatro y sociedad en el franquismo"

Las bicicletas son para el verano es, en palabras del propio autor, Fernando Fernán Gómez, “una comedia de costumbres, a causa de la guerra, algo insólitas”. (...) Diríamos que los rasgos cómicos, amparados en la desgracia de sus personajes, y los costumbristas, refugiados miserablemente en su doble moral, llegan a multiplicarse trágicamente a causa de una situación insólita, hasta entonces desconocida, trascendiendo la comicidad y el costumbrismo y otorgando a la acción que observamos, bajo un pretexto de sujeción de las pasiones, una densa acción dramática que parece transcurrir al margen de lo que no podemos ver y tan sólo escuchamos en forma de obuses, tiroteos o aviones. (…)

Pero no es el mecanismo de “purificación de defectos” hacia la salvación lo que acerca a la obra de una manera tan íntima o cómplice al espectador de 1982, año de su estreno. Es obvio que la intención moralizadora sobrevuela toda la obra, pero no con un enfoque directo, como hemos dicho, que daría lugar a héroes o vencedores y que podría ocasionar el desengaño del público, tan susceptible en aquellas fechas ante las nociones de vencedores y vencidos. La reprobación de la sociedad que pinta se basa en una aceptación de la sociedad misma que critica, como plano desde el que hay que partir: Fernán Gómez llama la atención sobre ciertos aspectos desfavorables de la sociedad vigente antes y durante la guerra, pero dentro de ella misma, adecuando a las condiciones de esa sociedad su modo de operar, sirviéndose de los resortes que en tal circunstancia se le revelan eficaces: la comicidad, el costumbrismo y el alejamiento. Sin duda, las apariencias, el puesto social, la envidia y la hipocresía, son principios vigentes para la sociedad española de los años 30’s, como lo son para la sociedad española de los años 80’s, pero el autor ha sabido transformar los recursos a su alcance de acuerdo a lo que requería el espíritu de la nueva época, tan sensible como escéptico. (…)

viernes, 5 de diciembre de 2008

La reinterpretación del soneto clásico (Ángel González)

Fragmento del trabajo final.
Asignatura del Máster: 
"La lírica amorosa desde Bécquer" 

Para examinar la originalidad de la poesía de Ángel González a la luz de la interpretación histórica y literaria que del soneto tradicional hace uso (ya que, más allá de su siglo colindante, esta forma métrica apenas ha sido objeto de contraste), procederé comparativamente del siguiente modo: partiendo del soneto español renacentista y barroco, herencia directa del petrarquismo, trazaré una línea análoga que se prolongue hasta el siglo XX, donde González toma ambos modelos y, aún manteniendo una serie de constantes estructurales, reinterpreta y promueve una evolución; pone al alcance del sentido moderno las fórmulas preestablecidas de catorce endecasílabos en cuanto a forma y fondo.

[...]

Con Garcilaso de la Vega en el horizonte Ángel González produce una tentativa de renacentismo: "Me he quedado sin pulso y sin aliento" (Áspero mundo, 1956).

Me he quedado sin pulso y sin aliento
separado de ti. Cuando respiro,
el aire se me vuelve en un suspiro
y en polvo el corazón, de desaliento.

No es que sienta tu ausencia el sentimiento.
Es que la siente el cuerpo. No te miro.
No te puedo tocar por más que estiro
los brazos como un ciego contra el viento.

Todo estaba detrás de tu figura.
Ausente tú, detrás todo de nada,
Borroso yermo en el que desespero.

Ya no tiene paisaje mi amargura.
Prendida de tu ausencia mi mirada,
contra todo me doy, ciego me hiero.

A partir de la segunda sílaba, omitido el ritmo enfático, concurre lánguidamente cual fonética renacentista en la mayor parte del poema, donde los apoyos rítmicos son escasos, los versos lentos, encabezados por estructuras monosilábicas y obstaculizadas por los signos de puntuación. El ritmo, que se potencia circunstancialmente con la aliteración en "t" del verso 9, es inmediatamente contenido con la aliteración de "m", cuyos ecos resuenan hasta el final aplacando cualquier duda.

Con respecto al novedoso uso de la puntuación, González se vale del punto para reconstruir la frase en el verso, a lo que debemos añadir el desahucio de la perífrasis verbal. Para empezar, el ajuste de ambos, frase y verso (verso 5: "No es que sienta tu ausencia el sentimiento."), supone una innovación, al igual que la conversión de un solo verso en dos frases (verso 6: "Es que la siente el cuerpo. No te miro.") o la ruptura del verso 2, mediante un encabalgamiento abrupto. La coma es rebautizada como punto sonoro de inflexión de subidas (verso 10: "Ausente tú, detrás todo de nada,") y de bajadas (verso 14: "contra todo me doy, ciego me hiero.").

Aunque González encaje su basamento en el Renacimiento, lo trasciende: elimina la frontera de la perífrasis verbal, arcaica al oído en nuestros días, hace cómplice al lector con el empleo del lenguaje sencillo –que "debe seguir pareciéndole al lector natural y espontánea", en palabras del propio autor (La poesía y sus circunstancias, 2002)– y descarta los versos expositivos, adaptando la estructura interna a sus íntimas necesidades: los catorce versos son claramente expositivos, con un clímax en dos cuartetos y una síntesis en dos tercetos (el primero de ellos dedicado a la amada –tú–), de manera que se intensifica la transmisión de la emoción, pues son más sólidos los argumentos conceptuales que se nos proporcionan mediante un llamativo juego de vocablos que, como Góngora, aplica González a su poema. Si atendemos a la última palabra de cada verso, nos tropezamos con términos que atañen concreta y físicamente al poeta ("respiro", "suspiro", "miro", "estiro" y "mirada") en la mitad de las estrofas, y términos abstractos que aluden a su estado de ánimo ("desaliento", "sentimiento", "desespero" y "amargura"). Precisando con mayor detenimiento, el soneto se exprime en el primer, central y último verso (versos 1, 8 y 14): si el primero apunta la falta de aire y el último la ceguedad y la ofuscación, el verso central enlaza sugestivamente ambas impresiones.

El clímax, deudor del imperativo, es convertido al presente. La síntesis, que nos proporciona la reflexión final, es pasado, y no futuro como en el Renacimiento.

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Aquí ensayo sobre Ángel González en {A con C}