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jueves, 24 de noviembre de 2011

Alfredo Armas Alfonzo (1921-1990, VEN)

La diferencia
Cien máuseres, ninguna muerte y una sola amapola, 1975

El tal Ocho Tope no procreaba; lo contrario, se bebía a sus propios hijos. Un día se hinchó y por cada uno de los poros le supuró la descendencia. La gente creía que eran los gusanos. No eran. Los gusanos carecen de ombligo.


10x1
El osario de Dios y otros textos, 1969

El hombre de mirada que se escondía y la boca que instilaba saliva paró al niño entre el resquicio de la puerta entornada; no era de allí porque después se supo que nadie le conocía. Le dijo que le daba el puño de metras, el rollo de hilo de elevar papagayo, la moneda grande, el trompo con la franja azul, ah y los caramelos, todos los caramelos que él quisiera de la lata. El niño sólo tenía que entrar si quería hacer el negocio y jurarle después que no le diría nada a nadie. 

El niño se le encimó un poco y le hundió en el ojo más sanguinolento la espina de pescado que recién acababa de recoger de entre los desperdicios de la venta diaria junto a las montañas de durmientes de ferrocarril que cargan los barcos de la costanera. Por todo el resto de su existencia el sujeto cargó consigo su cuenca vacía a través de la cual podía advertirse el interior del alma totalmente desolada e interminable.

1 comentario:

  1. Anónimo2:17

    A sabiendas de parecer snob, te pregunto: ¿No encontraste ninguna otra foto de un niño apoyado en un quicio que ésta? Pero -sin ánimo de ofender- ¿tú has visto bien al niño?

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