Reflexiones sobre el arte extraídas del Prólogo de La metamorfosis de Franz Kafka (Madrid: Gredos, 2011)
«Asumir nosotros el misterio de las cosas» —como dice tan sagazmente el rey Lear refiriéndose a él y a Cordelia— es lo que yo sugiero también a todo aquel que quiera tomarse el arte en serio. […] Podemos descomponer la historia, podemos averiguar cómo encajan sus elementos, cómo una parte del esquema se corresponde con otro; pero tiene que haber en nosotros cierta célula, cierto gen, cierto germen que vibre en respuesta a sensaciones que no se pueden ni definir ni desechar. Belleza más compasión: eso es lo máximo que podemos acercarnos a una definición del arte. Donde hay belleza hay compasión, por el simple hecho de que la belleza debe morir; la belleza siempre muere; la forma muere con la materia, el mundo muere con el individuo. Si a alguien le parece La metamorfosis de Kafka algo más que una fantasía entomológica, le felicitaré por haberse incorporado a las filas de los buenos y grandes lectores. (9)
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Vladímir Nabókov |
Sin el menor deseo de polemizar con los amantes de la música, quiero señalar que la música, tomada en sentido general, tal como es percibida por sus consumidores, pertenece a una forma más primitiva y animal en la escala de las artes que la literatura o la pintura. Hablo de la música considerada globalmente, no como creación, imaginación y composición, aspectos en los que desde luego rivaliza con la literatura y la pintura, sino según el efecto que produce en el oyente medio. Un gran compositor, un gran escritor, un gran pintor son hermanos. Pero creo que el impacto que la música produce de manera general y primitiva en el oyente es de calidad más modesta que el de un libro medio o un cuadro medio. Pienso sobre todo en la influencia sedante, apaciguadora, que la música ejerce en algunas personas a través de la radio o de los discos. (42-43)