Los verbos de la memoria
El ladrón de atardeceres, 1998
El ladrón de atardeceres, 1998
Hablábamos de las antiguas cosas. Los recuerdos deshacían su sencillez sin apenas prisa, tenían que ver con la manera posesiva de contar nubes, o con el día que descubrimos el lucero del alba. También nos gustaba tratar de las marcas que los caracoles dejan de noche en los jardines. Alguien dijo: Una vez llovió rosa pálido, sin embargo, nosotros fuimos ajenos a aquel suceso. Hicimos memoria del sabor de algunas palabras pronunciadas por primera vez, de su dramatismo o de la complejidad emocionada que provocan. De fondo, el mar era el gran indolente, el que existe solo para ser visto. En un momento, sin poder evitarlo, toqué a mi interlocutor y sentí el frío de cuantas cosas están desprovistas de alma, y me puse triste, y para que él no advirtiera que estaba muerto seguí hablándole.
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