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martes, 20 de noviembre de 2012

Manuel Alcantara Pla (ESP)

Boca


Empezó a besarle por la espalda azul, más difícil de agotar. Se dejó bajar según le resbalaban los labios por las formas raras de su cuerpo. Se detuvo en el medio conteniendo el asombro por el cambio de paisaje. Más abajo se decidió por una de las laderas para el descenso y se lo compensó a la otra en la subida, que fue diferente. Se había movido. Dudó un instante porque le parecía que los segundos le corrían entre los dientes y quiso después recuperar ese tiempo perdido girando las manillas alocadamente con la lengua áspera. Lo cubrió completo con su boca raspándole maniáticamente con los caprichos del paladar. Le hubiera gustado poder tenerlo así siempre dentro, excitado y protegido, pero pedía aire.


El encuentro

La conocí una mañana que yo creía destinada a que no ocurriera nada. Dimos un paseo y me convenció de que sí.


Dulce

María sudaba dulce. Por unos sitios más que por otros, pero era verla jugar al tenis y hacérsete la boca agua.


Educación básica

A la escuela de vampiros no hay que asistir bien cenados.


Caperucita hoy

La culpa de todo la tuvo la madre, que la vistió de rojo.


La diferencia

La mujer de la habitación de motel en el centro de la ciudad. Sentada en la cama y registrándose en el espejo del ropero como si esperara a que su cuerpo echara a andar y la duda quedara atrás.

El arma sobre la mesilla junto a la hoja arrugada.

Como lleva consigo misma toda la vida y sabe interpretarse los nubarrones, ha sido previsora y se ha comprado una botella de Beefeater y dos latas frías de limón.

Un trabajo sencillo, como tantos otros, cuestión de minutos, nada por lo que pudieran temblarle las manos.


Sin aire

¿Sería el hambre igual sin la respiración pausada y profunda de quienes obvian la noche?


Noches

En este hueco no hay espacio. Los ruidos de los pájaros y el agua interminables lo han ocupado todo dejando el sofá picoteado, mojado e inservible para el hombre. Apenas se perciben las nuevas ampliaciones. Los esfuerzos lo han sido en vano. Allí donde parece que se puede conquistar un lugar, surgen enseguida los grupos ansiosos de las manzanillas. Ese es el paisaje.

El límite lo exigen la noche y sus guardianes mecánicos. No duermas. La hora y las luces, salvadoras inevitables, acechan desde el otro lado de los horizontes.

Blog personal: Microficciones

2 comentarios:

  1. Gracias, Rubén, por dedicar una entrada a mis micros. Un placer estar en tan buena compañía.

    Un saludo,

    Manuel

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  2. No hay de qué, señor Alcántara, el placer es mío. Sigo sus letras.

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